Chóliz (1995, 2004) constató que este motivo pone el foco en la falta de interacción social, por el que se evita las situaciones de soledad, rechazo y separación, y se aumenta el deseo o la necesidad social de estar con otros.

McClelland (1961) indagó en varias culturas que el motivo de logro se adquiría en la infancia, a través de lo que él llamó «entrenamiento temprano de la independencia».

Un aporte relevante de McClelland fue el concepto de conducta dirigida a la meta, con el que se asumía la presencia de un estado motivacional que era reflejo de la secuencia interpretada.

Este autor menciona que el motivo de poder cumple con los requisitos fundamentales para ser considerado como un motivo adquirido importante, pues posee funciones energizantes (activación SNS), orientadoras (mayor actividad cerebral) y selectivas de la conducta (mejor recuerdo).

Winter (1973) actualizó este concepto refiriéndose más a la preocupación por influir en los demás, porque así existía una validez discriminante, al no conectar con el motivo de logro, de afiliación o de intimidad.

Murray concibió la necesidad de logro como «la necesidad de realizar algo difícil, de dominar, de manipular u organizar objetos físicos, seres humanos o ideas, de superar obstáculos y obtener un alto standing, de sobreponerse a sí mismo, de rivalizar y sobrepasar a otros, y, en definitiva, de aumentar la
autoconsideración debida a la ejecución exitosa y al talento personal», en definitiva, una necesidad generalizada, que abarcaba innumerables parcelas de la vida de los seres humanos.

En el quinto, y último nivel, de la Pirámide de Maslow, se encuentran las necesidades de autorrealización, también conocidas como necesidades de autosuperación o autoactualización.

McAdams (1980) se dedicó a estudiar la parte más positiva del motivo de afiliación, es decir, el motivo de intimidad, indicando que este es un motivo social que trata de establecer relaciones interpersonales cálidas e íntimas, que implica poco miedo al rechazo.

Según Chóliz (2004), existe el líder socioemocional (clima de armonía en el grupo), y el líder de tarea (actividades se realizan adecuadamente).

Dentro del nivel de estima de la pirámide, Maslow propuso dos consideraciones distintas: la primera incluye los factores internos de la
estima, como el respeto a uno mismo y a los demás, y la segunda incluye los factores externos de la estima social, como sentirse apreciado por los demás.

En el tercer nivel de la Pirámide de Maslow se encuentran las necesidades sociales, señalando que necesitamos relacionarnos con otras personas, implicando la pertenencia a un grupo, y sentirnos integrados y querido por él, puesto que la necesidad de compañía abarca tanto el aspecto afectivo como su pertenencia y participación en la vida social.

David McClelland (1961), en su libro titulado La sociedad de logro (The Achieving Society) expone toda una teoría sobre las necesidades de logro, de afiliación y de poder.

En el quinto y último nivel de la pirámide de Maslow, que también implica haber satisfecho todos los niveles anteriores, se encuentran las necesidades de autorrealización, también conocidas como necesidades de autosuperación o autoactualización.

Podemos decir que el desarrollo filogenético (evolución de la especie) y ontogenético (evolución de un organismo) del ser humano surge de la participación de estos tres importantes niveles: el biológico, el psicológico y el social.

El tercer y último grupo de necesidades de Alderfer, denominado de crecimiento, se refiere a la satisfacción del deseo intrínseco del desarrollo personal.